martes, 24 de agosto de 2010

Sauna Strass por David T. Kano: Capitulo I

Capitulo I: La cara de una moneda


Domingo 29 de Febrero del 2009. 00:02 AM

Es sabado por la noche, todo el mundo se distrae con los goteos de felicidad que sirven en vasos de tubo mientras la música, haciendo compás con los bajos y los sonidos chirriantes, golpea los estómagos para incitar a bailar a merced de su ritmo.
Sentado en el sofa e indagando en mi cabeza como podría pasarme el tiempo, suena el teléfono ( seguro que es Carlos para pedirme que le acompañe a cazar víctimas en la única discoteca de ambiente de toda la ciudad a la que es capaz de ir y no ver a su ex ):
- ¿ Si ? ( no sé para que me pregunto esto ).
- Hola cabrón, ¿ ya sabes para lo que te llamo no ?, pues estas tardando en vestirte y ponerte guapo.
- No tio, hoy no me apetece salir. - ¿ Como que no ?, no me seas maricona que tu siempre me echas un cable con el
típico estrecho.
Carlos está indignado por mi contestación. - Lo siento nene, pero tendrá que ser el próximo fin de semana. - ! No me dejes colgado y me cortes el rollo !
Carlos parece mas indignado todavia. - Joder buscate un poco la vida, leete un par de poemas y hazte el romanticón, casi
siempre funciona. Ya hablamos. Le cuelgo el telefono, no tengo ganas de dar mas explicaciones.
Hoy no me apetece salir, ya lo tenia pensado, me apetece hacer algo diferente.
Se me había pasado por la cabeza conectarme un rato a una de esas páginas de contacto para pillar a algún incrédulo y encantarle con mis palabras y saber que culo toca reventar en este dia, pero la verdad es que no me apetece tenerlo que trabajar, no tengo cabeza ganada por ahora.
Tenía el periódico de hoy, asi que me dispuse a pasar directamente a las páginas de contacto y ver como esta el panorama ( supongo que con tanta crisis que estamos padeciendo la cosa estará rebajada ).
Desde siempre no me habia fiado mucho de estos anuncios, te ponen contactos de mil tipos y con fotos espectaculares, nada más lejos de la realidad. Había quedado un par de veces con algunos de ellos y joder...esas fotos se las habían
hecho por lo menos veinte años atrás porque, lo que quedaba, no valian ni para una mamada de dos segundos. Algunas veces incluso, les contaba mis problemas porque no me apetecía hacer otra cosa con semejante aborto de la naturaleza y ni tan siquiera valian para eso. Sus chulos tenían que estar contentos con semejante mercancía.
Quería descaminarme un poco de mis esquemas rutinarios y ojear el género primero, por lo que vi mas apropiado acercarme, otra vez, a la sauna que tengo dos calles mas abajo, la sauna Strass.

Domingo 29 de Febrero del 2009. 00:47 AM

Me habían hablado de ese sitio años atrás hasta el dia que entré por primera vez... cuando supe que tiene mas mala fama de la que dicen. Comenzamos con el tio que te cobra la entrada, parece un viejo salido de los pueblos perdidos de norteamerica donde te proyectan una y otra vez el ataque de los tomates asesinos. Sus arrugas podrian marcar un hito en la historia de la vejez humana, parece que tiene las grietas de un rio seco. Sus dedos siempre amarillos por su paquete Ducados ( fuma negro, no tiene porqué ser racista ) acentuaba un contraste con el blanco Ariel de su pelo largo y desgreñado y su tono de piel blanca y casi sin vida. Sus ojos se pierden cuando intentan hacer un esfuerzo por coincidir con los tuyos cuando le hablas y encima, no se corta en disfrazarlos de alcohol por todo el vodka que se mete durante su jornada laboral. De la ropa ni hablamos, los hippies tienen mejor gusto vistiendo.
En esta parte procuro siempre estar lo menos posible hasta que me dé las llaves de la taquilla que me asigna ese dia.
Después del soporífero inicio, se abren las puertas hacia el “paraiso” sino fuera por las escaleras que ni mi abuela ( que en paz descanse ) reconoceria. Te tanteas subiendo por ellas apoyando tus manos de vez en cuando en las paredes y todavia no sé exactamente de que color son las paredes de esa entrada, de tan oscuro que lo mantienen. No me extraña, seguro que no las limpian desde que abrieron el local. Después de subir unos ocho escalones, llegamos al hall del hotel Strass, lleno de taquillas donde meter tu privacidad y no ser reconocido. Muchas veces, hay gente que termina con su itinerario sexual y, con la cabeza baja, cierran precipitadamente sus taquillas ( ya vestidos de calle lógicamente ) y se disponen a salir más precipitadamente todavia como si no hubieran hecho nada, marcando sus pasos con sus miradas perdidas. De entre ellos una vez pude reconocer a alguien, el vecino de la tercera planta de mi edificio ( no me habla desde que le pregunté por su mujer y su hija ).
Me dispongo a dejar las cosas en la taquilla, mi verdadera personalidad queda encerrada dentro del frio aluminio, tan solo me quedo con la toalla semiblanca que
te encuentras esperando dentro y a la que no suelen echarle suavizante ( mas me vale no sentarme mucho, no estoy preparado para una depilación ) y con las sandalias desgastadas por el paso del tiempo.
Después de estar preparado, me dispongo a ir sin preambulos a la parada obligatoria de la sauna Strass, la barra, que se distingue sobretodo por ser la parte mas iluminada de toda la sauna, de luz azul tenue pero vibrante mezclandose con sus pequeños focos rojos ( claro esta que hay que ver la cara del chapero antes que su culo, mirarse bien lo mejor para que tengas un buen resultado ).
En este lugar se distinguen varias clases de chaperos:
Por un lado tenemos a los iniciados en el mercado laboral, niños de papa y de mama que no saben hacer otra cosa que vender a precio de marca sus culitos de bebé ( solo les falta su insignia grabada en la parte baja derecha de sus nalgas ). Estos se distinguen por mirarte con ojos de cordero degollado. No valen para mucho y no tienen mucha experiencia aunque son un paladar exquisito para los mas puritanos del lugar.
Por otro lado tambien nos encontramos con la parte mas madurita del panorama, años de experiencia que, ya muy desgastada, parecen cajeras de supermercado y yo la compra que tienen que pasar por laser para de inmediato, pasar a otro producto y hacer mas caja. No me gustan las cosas rápidas y sin ganas.
Luego están las llamadas maricas locas, bueno, de esto mejor no decir mucho. Muchas veces me toca agarrarme a la barra por donde suelen estar porque me creo que viene un delta.
Dando vueltas con la mirada, recorriendo cada palmo de la zona de la barra donde ver algo que realmente me llame la atención, me doy cuenta de que todo sigue igual. Parece que he estado en esta misma escena y en esta misma situación siempre que he venido, no hay nada bueno que ojear y lamento informarme de que voy a estar muy poco tiempo aquí.

Domingo 29 de Febrero del 2009. 00:55 AM

Antes de deshacerme de esa noche y ver como las ganas se desvanecen en cuestión de instantes, me decido a dar una vuelta por las duchas, al menos, intento despejarme un poco con el agua fria y hago, de paso, que me baje el calentón.
Tan solo entrar en el pasillo que me conduce hacia la zona de las duchas, me encuentro de repente con alguien al que no había visto en estas veces que he venido para acá.
Era un chico nuevo a mi parecer, sobretodo por que se notaba ese cierto aire de inseguridad, aunque no muy acentuado, como se le notaba a todo novato que hubiese apreciado en este corto tiempo. Tenia un rostro dulce a la vez que algo triste, de piel blanca y con unos inmensos ojos de color verde por lo que pude ver a poco tiempo después. Un cabello corto y rubio de estilo despeinado y desenfadado
que no pegaba mucho con su toque casi angelical, aunque muy disimulados por la oscuridad de la zona. De estatura me llegaba a los hombros, apoyada con una buena espalda que se perfilaba hacia una silueta casi perfecta de buena fibra. Parecía tener algo mas de dieciocho años aunque no estaba realmente seguro.
Era diferente a lo que había visto antes, no me parecía que encajase en algunas de las tres clases de chaperos que siempre he catalogado, algo en él me llamaba la atención. Lo primero que pasó cuando nos cruzamos fueron el intercambio de miradas y con eso ya creo que bastó para que nos dieramos cuenta de que nos íbamos a conocer bien esa misma noche.
- Hola, no me suena tu cara ¿ como te llamas ? le pregunté.
Parecia sentirse un poco incómodo bajando un poco la cabeza antes de responder pero, mirándome fijamente de nuevo, me respondió.

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