Siempre fue una aldea perdida e incomunicada, un paraíso para aventureros y naturalistas. Hasta hace muy poco las únicas vías de comunicación con el resto de la isla eran las veredas por las empinadas laderas hasta Santiago del Teide o Buenavista y el largo y sinuoso camino que, por el barranco, conduce hasta la playa de Masca. Sus habitantes debían emplear varias horas a pie para poder salir del caserío. A mediados de los años 70 un matrimonio americano montó un burro-safari en Santiago del Teide y organizaba excursiones al lugar, donde el viajero podía descansar degustando los productos de un merendero local y volver de nuevo en burro o arriesgarse a bajar el barranco para ser recogido en la playa por el barco excursionista.
Esto fue sólo el comienzo. En los últimos 30 años han habido algunos cambios y hoy en día, con más de 500.000 visitantes al año, Masca se ha convertido en uno de los parajes más frecuentados de Tenerife.
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